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Thursday, August 4, 2011


Tal vez es tiempo de aceptar la realidad como inevitable y dejarse arrastrar nihilistamente por las consecuencias y las fatalidades. Y también, apreciar las glorias. Por ejemplo, el hecho de que aquella núbil horda de adolescentes lectores que dejaban halagadores comentarios y rencorosa critica a la pusilánime basura que yo me atrevía a calificar de literaria, hayan sido seducidos por las mieles de la brevedad del Twitter y la lujuria del Facebook, y se encuentre ahora adorando sus propias figuras y las del becerro dorado, y excluidos ahora del conjunto de mi público, al que yo llamo ciertamente –y literalmente- tres lectores, me permitan profundizar en mis ideas sin sentirme en la paternal obligación de aligerar mis palabras, vulgarizar mis tópicos y moderar mi lenguaje para no sentir que aviento perlas a los cerdos.
Es esto lo que digo y no pretendo no ofender, ódienme si lo necesitan, pero ya va siendo hora de derrumbar la autocensura a bien de preservar la libertad.