Wednesday, September 28, 2011
Nuevamente, estoy perdiendo el interés. Una flojera tremenda me entra al cuerpo cuando pienso en las mañanas que tengo que venir a trabajar. El software administrativo que desarrollo no supone ningún reto. Obviamente no soy pendejo y conozco muy bien las consecuencias de perder mi empleo y las elevadas prestaciones que obtengo por mi mediocre desempeño así que me resigno, mientras las deudas mueren. Soy otro gutierritos más en la oficina. Una sombra, un ser gris y miserable. Lo que me mantiene todavía vivo es el lento desarrollo de un software gerencial, que avanzo de a poquito cuando mi jefe no me vé. ¿Qué haces de provecho para este departamento? Me reclama, y yo solo me quedo callado. Dice estar interesado en mejorar el departamento pero sus acciones indican interés solo por colgarse medallas aunque diga lo contrario. Yo estoy aburrido de programar, mi compañero de dar mantenimiento, otro de hacer inventarios y mi jefe parece no aburrirse de comentarnos ‘sutilmente’ que somos lentos, que lo hacemos mal, etc. ¿Ven? Ya hasta me quejo de mi jefe como buen mediocre. Pero no todo está perdido, mi esposa y mi bebé me hacen el día, ya en la noche, pero lo hacen. Ella me prepara algo rico para cenar, me comenta el libro que está leyendo (yo hace casi un año que no leo uno) y los pormenores del día. El bebé me recibe con una sonrisa y sale corriendo a abrazarme cuando vuelvo de trabajar (eso ya es suficiente para mi) me cuenta lo que aprendió, una nueva palabra, un nuevo juego y jala mi pesado cuerpo junto al suyo para jugar. ¡Jugar, jugar, jugar papá!