curso

Friday, September 2, 2011


No puedo odiar a la gente. Al menos no siempre. La misantropía no me viene como descripción y tal vez soy mas humanista de lo que muchos creen. Si bien es cierto que los idiotas controlan el mundo y sus estupideces terminan afectando de una u otra forma la tranquilidad que procuro para mi vida diaria, no los culpo, una de las características fundamentales de los idiotas es el que no tienen idea de lo que están haciendo, a pesar de que se ven todo el tiempo esmerados y convencidos de su quehacer.
No me salvo, yo mismo soy uno de ellos, pero al menos, estoy enterado de lo insignificante que son mis razonamientos, y no voy por la vida tratando de racionalizar mi entorno, muy al contrario, me aíslo y me comparto solo con quienes me puedan considerar inofensivo.
En el trabajo me invitaron a cursar un diplomado. El ultimo modulo se realizó en las instalaciones de la facultad de administración de una reconocida universidad en mi ciudad. No pude evitar rodearme de estudiantes vestidas a la moda y cuidadosamente peinadas-despeinadas, y no recordar todos esos años en los que me dedicaba a estafar jovencitas para obtener dinero para comprar alcohol y cigarros. Si bien es cierto que todos fuimos jóvenes, sería un error considerar que todos fuimos también una pequeña maquina de hacer pendejadas.
Ya no sé que estoy escribiendo, solo intento pasar el tiempo mientras me dan un curso de multimedia y hago el esfuerzo de poner cara de atención.
Veamos, ¿Que podría yo compartir durante esta hora?

A veces extraño mis tiempos de universidad, el universo de miradas condensado en un par de hectáreas, la de los muchachos entusiastas, la de las féminas interesadas. Me paseaba por los días aquellos sin un plan establecido, sin agenda inmediata siquiera, escuchando las declaraciones de amor de algunas y los reclamos amorosos de otras. No considero haber roto muchos corazones, tal vez un par, era tan fugaz la relación promedio con una mujer que dudo haber sembrado algún sentimiento importante en casi todas ellas.
Particularmente, una de mis actividades favoritas era la de destruir mundos color de rosa. Hacerlas ver -muy violentamente, debo admitirlo- que en realidad el mundo distaba mucho de girar a su alrededor y que existían una multitud de cosas que no podían obtener solo con pedirlo haciendo una cara de angelito.
Oh, también disfrutaba las abundantes horas que empleaba tirándome en el césped para leer un libro.

 Pero ahora, vendo mi tiempo, y quizás muy barato. Y me pierdo de tantas cosas. Ahora, por ejemplo, mi hijo ha dejado de esperarme por las noches (casi todas las veces llego tarde) y de insistirme en las mañanas para que juegue con el y no vaya al trabajo. Supongo que se ha resignado y eso me duele de cierto modo.
Ha entendido que yo no me pertenezco.

hop! cofee break, saldré a tomar un poco de aire...