Veracruz un viernes a las 9 de la noche, un diciembre en los noventas.

Wednesday, April 8, 2020



Cada vez con mayor frecuencia, el sueño recurrente.

Me es difícil describirlo, en parte por mis mediocres habilidades narrativas y además porque lo memorable del sueño, lo que perdura después de despertar es una sensación profunda y contemplativa de soledad, de indefensión.

Es de noche, parece que ha llovido, el negro asfalto es ahora un espejo y refleja todas las luces de los letreros, el alumbrado público, la multitud de autos confinados en la avenida y que quieren ir todos al mismo lugar. El suelo es un espejo inerte.

Y también el frío, el viento helado tratando de devolvernos a nuestras casas. La calle es un lugar terrible y las vitrinas iluminadas tan reconfortantes.

Todas las personas son apenas una mancha en el espejo citadino y la ciudad es enorme, el ruido de los autos ensordece, es ridículo pensar en uno mismo y sin embargo ahí estoy yo, pensando en mí mismo; aterrorizado por la soledad y por la libertad y por la insignificancia de mi reflejo; Soy un niño, y he perdido en la multitud a mis padres, no hay una mano que me guie y me permita contemplar mi situación, debo elegir un camino y estoy paralizado, las posibilidades son tantas y no puedo ver ninguna.

La soledad es una puñalada helada que me despierta a veces en la madrugada.