Lilus Kikus
Friday, August 22, 2008
Carlos Fuentes, en 1954, en la Revista de la Universidad, reseña la obra Lilus Kikus, de Elena Poniatowska, de una manera ingeniosa, al entablar un diálogo con la protagonista de la historia, mismo que aquí reproducimos:
-Oiga, ¿y usted ya leyó Lilus Kikus?
-Sí, señor; yo lo escribí.
-¿Cómo? ¿Usted es..?
-Sí, yo soy Lilus Kikus. ¿Qué chispa, no?
-Siéntese usted, niña Lilus; conversemos.
-No puedo, señor. Los sábados me toca estar de rodillas.
-Mire, hace tiempo que deseaba conversar con usted. El otro día opinábamos varias personas sobre su libro. Buscábamos, sobre todo, sus antecedentes. Usted sabe que constituye toda una profesión buscar los antecedentes de un libro. Existen críticos que viven angustiados definiendo la influencia de Kafka y Borges sobre los cuentistas mexicanos, y cuando logran remontarse a Branch Cabell y su famoso Jurgen diríase que Empédocles ha vuelto a lanzarse al cráter del Etna.
-En el convento nos enseñaron un versito que decía: Great Empedocles, that ardent soul, / Leapt into Etna, and was reasted whole...
-No me interrumpa, Lilus Kikus... Le decía que, en busca de estos antecedentes, encontramos desde luego dos. Uno, The Young Visiters, de Daisy Ashford...
-¿Qué cosa es eso?
-Es una novela escrita por una niña de nueve años. Sir James Barrie animó a Daisy para que la publicara, cuando ésta era ya una mujer de treinta. Algunos dijeron que, en realidad, la obra había sido escrita por el propio Barrie. En fin, lo importante es que The young visiters revela ese mismo asombro natural, esa perversa ingenuidad, de Lilus Kikus. Si en la obra de Daisy Ashford -como opina Barrie- por primera vez se eleva al rango de gran fenómeno, literario y humano, el desayunar en la cama, en la de Elena Poniatowska surge a la vida el espantoso problema del derecho de propiedad sobre las lagartijas.
-Pero es que el señor del cuatro...
-Prosigo. El otro, sería Tiko, de Consuelo Pani. Tiko es un chowchow. Dice don Alfonso Reyes que Tiko "anda por entre una precipitación cubista de escenas y paisajes... como si jugara al caleidoscopio con las cosas, los lagos y las montañas." Esto, claro, referido a la ausencia de ilusión panorámica hay un poco lo mismo en Lilus Kikus. La realidad está vista como de costado, o desde un obelisco de aire, o bajo la mínima frondosidad de la hierba. El mundo es, cada segundo en forma absoluta, un señor "inquieto por haberse dormido", el "éxito junto al mar", Jesusito entre los borrachos de Canaan, la azucena entintada de la Borrega. La fantasía se ha vestido con listones, usa dos trenzas cortas y tiene las rodillas raspadas. El universo de Lilus Kikus se calibra en un ramito de romero cosido a sus calzones. ¿Le parece bien?
-Me parece que los críticos son unos bodocudos. Además, mis verdaderas influencias son otras.
-¿Cuáles?
-Las brujas, señor.
-Ay, Lilus Kikus, aún no sabes muchas cosas. Todas las niñas como tú hablan en plural. Has de saber -pronto reconocerás el valor de los datos positivos- que no hay en el mundo más que una bruja. Norman Matso ha escrito un libro definitivo sobre la materia, Flecker's Magic. Allí se demuestra que sólo existe una bruja, porque todas las demás se suicidaron en el siglo XVIII. Parece que Newton les hizo perder todo optimismo...
-¿Y cómo estuvo eso?
-Verás...