CEREZOS
Thursday, April 9, 2020
Visité la cárcel, esta vez no fue por orinar la calle, fue algo peor; trabajo.
En la entrada una fila de mujeres vestidas de amarillo con recipientes de comida. Al final de la fila un par de policías revisaban con un cuchillo la consistencia de cada recipiente, buscando una llave, una navaja o quien sabe que cosas que puedan esconderse en un bote de comida.
Cuanto amor, pensé, uno capaz de impulsarte a moverse a las afueras de la ciudad, esperar horas, dejar que te revisen de todas partes, que un par de policías malencarados metan sus manos con guantes de goma en tu comida. Qué determinación, cuánto compromiso. Hay personas que se han dejado de hablar por mucho menos.
Ya adentro, en las jardineras, había una especie de picnics, donde parejas y familiares comían juntos, había muchas sonrisas, y las personas me decían buenas tardes, compermiso cuando pasaba junto a ellos.
¿Qué habrá hecho esa gente para haber sido privada de su libertad?
¿Solo a libertad perdieron?
¿Y que poseían? ¿Qué poseen ahora?
El amor en la cárcel toma la forma de un bote de arroz con el sabor de las mejores intenciones.