Taxi

Monday, May 29, 2006


Me despido de missing, acordamos mandar un mail, dejar un comentario y llamar en cuanto a el le paguen y este lo suficientemente tranquilo para otra charla en la madrugada. Otra conversación cualquiera sobre política exterior y mecánica mental interior. Nada que a ninguno de los dos incumba o interese.
El taxi, me esta esperando.

- Al fraccionamiento solidaridad por favor.
- Suba joven – mientras abre la puerta del copiloto- por aquí si es amable.

La publicidad luminosa parece cumplir excelsamente su cometido a horas equivocadas; no creo que exista mucho público en las calles a las 3 de la mañana. Talvez es que la función primordial de esta publicidad es entretener a pasajeros con poco sueño. O tal vez es mi cansancio el que me impide imaginar compradores madrugadores y demás mitos urbanos. En cuanto veo a un zombi doblar la esquina cargando una bolsa de oxxo la idea desaparece de inmediato.
La suave melodía de la radio es interrumpida cada tres segundos por el chasquido de un radio comunicador, y la melosa –e indescifrable- voz de la encargada de la central de taxis.
El taxista comienza a producir una cadena de sonidos que no alcanzo a distinguir. Solo percibo lo ultimo:

- Es bastante caprichoso el mundo ¿no lo cree? Mientras algunos estamos trabajando, otros están divirtiéndose y muchos otros, durmiendo.

Supongo ahora, que el comentario se debe a que acabamos de pasar la zona rosa, y un par de clubes de nudistas.

- vera usted que no hay remedio –alcanzo yo a balbucear- siempre a sucedido y siempre sucederá.

Acabamos de pasar ahora por un solitario parque.
Recuerdo que hace un año, en ese mismo parque y bajo una luna curiosamente parecida a la de esta noche, tenia sexo con una jovencita de diecisiete años, un año menor que yo, pero al menos una docena de revolcones mas. Aprendí esa noche a ponerme un condón casi al mismo tiempo que desabrochaba un sostén de gancho frontal con dos dedos y me bajo la cremallera.

Termino aquella relación dos días después. Supuestamente ella tenía una aventura con un hombre mayor, de gran influencia, y que no le gustaba compartir a sus queridas. Seria poco provechoso para ella seguir conmigo si ello implicara dejar de recibir sus dosis casi diarias de cocaína.

El parque ahora estaba vació; no dudo que pronto un par de chicos ocuparan el lugar detrás de los árboles, frente al columpio, que aquella chica y yo ocupábamos hace un año. Creo sentir aun la fuerza de sus uñas en mi espalda. La textura de su corta falda de mezclilla azul. El brillo en sus ojos de cristal y lo suave de sus labios.
- Que sencillo el trabajo del destino –murmura el taxista mientras cambia a primera para pasar un tope- si tiene entonces la opción de repetir.