lolita (fragmentos)

Sunday, February 18, 2007


A partir de ese momento ya no contuve mi voz y ambos nos gritamos y ella dijo cosas que no pueden imprimirse. Dijo que me odiaba. Me hizo muecas monstruosas, inflando los carrillos y produciendo un sonido diabólico. Dijo que yo había intentado violarla varias veces cuando era inquilino de su madre. Dijo que estaba segura de que yo había asesinado a su madre. Dijo que se acostaría con el primer tipo que se le antojara y que no podía impedírselo. Dijo que subiría a su cuarto y me mostraría todos sus escondrijos. Fue una escena estridente y odiosa. La tomé por el puño nudoso, que ella retorcía tratando subrepticiamente de encontrar un punto débil para librarse en un momento favorable. Pero yo la retuve con fuerza y en verdad la lastimé bastante (¡así se pudra por ello mi corazón!) y una o dos veces sacudió el brazo con tal violencia que temí romperle el puño. Mientras tanto, me miraba con esos ojos inolvidables en que luchaban la fría ira y las lágrimas ardientes, y nuestras voces cubrían la campanilla del teléfono, y cuando advertí que llamaba escapó en un segundo.

****

«¡Lo, Lola, Lolita!» Me oigo llamar desde una puerta hacia el sol, en la acústica del tiempo, tiempo abovedado, enriqueciendo mi llamado de reveladora ronquera con tal ansiedad, pasión y dolor, que habrían logrado abrir el cierre relámpago de su mortaja de nylon, de haber estado muerta. ¡Lolita! Al fin la encontré sobre el cuidado césped de una terraza. Había salido antes de que yo estuviera listo. ¡Oh, Lolita! Jugaba con un maldito perro que no era yo. El animal, un terrier de mala muerte, soltaba, volvía a atrapar y apretaba entre sus dientes una pelota roja y mojada.