vidio clob

Tuesday, August 9, 2011


Como medida precautoria al aburrimiento que el matrimonio en la mayoría de las parejas provoca, y sin recurrir a costosos viajes al extranjero o a la exploración citadina de restaurantes, ocasionalmente también costosa, hemos adquirido el hábito de rentar películas y proyectarlas en nuestro cottage. Los fines de semana, ambos, trepados en la scooter recorremos un par de kilómetros hasta el video club más cercano para debatir un par de minutos cual de los títulos disponibles en el local tiene menos probabilidades de ser un fiasco y más de entretenernos.

La empleada púber, mostrando una instruida amabilidad, me –nos- recibe siempre con una sonrisa, causándome un pellizco en la cintura, efecto propio de los celos naturales pero dolorosos de Yoselin, quien ha adquirido el extraño prejuicio de evitar películas cuya portada incluya algún laurel (A mí en lo personal me agradó El Anticristo de Von Lars). Hay que notar que los laureles ahora son un negocio con funda de arte para directores y críticos que aparentan rivalidad solo cuando las puertas no están cerradas y negocian algún honor.

Sobre el mostrador, en letras grandes el cliente del mes, Se apellida igual que yo, inclusive se puede formar un perfecto acrónimo con el mío si el susodicho de llamara Juan y no Cuan. ¿A cuántas citas no estará invitado el pobre para tener el tiempo para ver tantas películas? ¡Va! Y yo quejándome de mi árida vida social, cuan quizás esté mas jodido pero tiene a Kubrick y a Kenneth Anger que lo mantienen ocupado y sin ganas de póker y whiskey con los compañeros de la universidad.
A veces, mientras escogemos una película de los estantes, llega algún cliente reclamando que no pudo ver la película por congelamiento de imágenes. ¿Dónde se para? Dice la empleada mientras la película se reproduce en una pantalla enorme arriba del mostrador y el cliente indica la escena defectuosa, para, si efectivamente existe un error en el disco, reclamar otro título.
Ah, y también rentan películas para adultos. Me pregunto si podré reclamar con la película reproduciéndose a lo grande en el mostrador. Para mi desdicha, la duda prevalecerá, Yoselin no me permitirá preguntarle a la empleada algo como: “Señorita, ¿Si se me para me la prueba?”.

Así las cosas.