Liliana (IV)
Friday, January 19, 2007
Ya hace quince días que recibí la primera carta, siete que recibí la segunda y hoy encontré otra más escondida entre los girasoles. Como todo hombre que gusta de tener algo de control en su vida, me empiezo a cansar del jueguito. Sin muchos rodeos solo alcancé a comentar (en una contestación que ella pidió, dejara en las enredaderas de la cancha trasera) que si no se muestra o me dice algo a la cara dejare siquiera de leer sus escritos.
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Las flores que adornan los alrededores de la piscina, a causa de la humedad deben ser arregladas cada dos días o pierden el color y se humedecen de más. Estaba yo arreglando estas flores cuando patricia entró a la alberca y comenzó a nadar ella sola. Las periferias de mi vista alcanzaban a notar de nuevo su belleza, me puse algo nervioso al ver a esa niña y estuve a punto de cortarme un dedo.
De pronto dejó de chapotear y se acerco a la orilla, y tuvieron mis ojos que voltear a verla. Ella sonrió y me pidió que le regalara una flor. No me tarde un segundo.
-Las cuidas muy bien –dijo con acento porteño. Luego se aparto y giro hacia las escaleras y empezó a salir, y después a secarse el cuerpo; y yo no deje un momento de contemplarla.
-Tengo un mensaje para ti –dijo y salí de mi sosiego— debo darte un mensaje personal, ya que te has negado a leer mis cartas.
Los corazones cantan, el mió emprendió un himno entero, y quedo afónico, agotado un segundo después de haber escuchado su voz, y sus palabras.
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¿Eres tú la de las cartas eróticas? – le dije fingiendo demencia.
Soy yo – me dijo- pero creo que tienes muy mezquino el concepto de erotismo, eso ya no se ocupa ahora, bien sabrás.
Y entonces Carmen, en una de esas entradas que dan vuelta a la trama de los libros, entro a la alberca y comenzó a platicar con Liliana, no sin dedicarme una de esas miradas de desconfianza.
Terminado el turno de ese día, fui directo a mi departamento, me eche boca arriba sobre la cama y empecé a tratar de descifrar la causa de tan inusual aventura.