Insuficiencia cardiaca
Wednesday, August 12, 2009
A lo largo de la vida he perdido muchas cosas, a veces de súbito y otras gradualmente, algunas me han dejado el desagradable sentimiento de su ausencia y otras una total indiferencia. A veces extraño, como todo hombre añora lo perdido, a veces me alegro, como quien se ha librado de sus males. Algunas veces han vuelto a mi camino aquellas viejas cosas que había perdido hacía muchos años. No es la pérdida, ni la ausencia, ni el fracaso lo que duele. Es como bien se dice, la decepción. Creer que algo te acompañará por siempre es un sentimiento que irremediablemente llega cuando le tomas aprecio a algo; el darte cuenta de que no eres dueño de nada es la razón por la que se sufre. El tener las cosas a disposición cada día no es certeza de que siempre lo estarán. Y cuando la vida a uno le quita las cosas preciadas con sádica frecuencia la elección de un mundo sin posesiones se vuelve monstruosamente tentativa. Pero vivir en un mundo sin un pasado que querer recuperar ni un anhelo de obtener, ni una meta que alcanzar es algo parecido a una muerte. Confieso que he estado de esta forma “muerto” varias veces, a decir verdad, la mayor parte de mi vida. Y cuando he estado vivo, he disfrutado la mentira y me he enrolado en los riesgos de entregar el corazón como un ciego. Fanático de una felicidad que no está hecha para mí, consiente siempre de un destino gris que se me repite incansablemente. Y como cada vez, con el alma, el espíritu, el corazón cada día más cansado, me encierro en la desgracia de mi rutina, esperando la dulce voz de una inocente, que me enseña con entusiasmo, y como a un recién nacido, que la vida existe y me dice la ficción, sombría, de que la felicidad es de vez en vez eterna. Y me levanto para vivir un rato, pero cada vez con más tristeza.