TACANÁ

Friday, February 10, 2006


Estallo en un grito de colmo. No aviso, a nadie, y al parecer lo tenía planeado.
El TACANA, volcán de fuego, nos hizo el favor de asesinarnos, sin avisarnos, para no mortifícanos, un poco mas de lo que ya estábamos.
Se le puede agradecer (si es que cabe en el contexto) el que todos perecieron rápidamente y sin dolor, tan veloz, que quizás muchos no se dieron cuenta. (Y culpen a esta forma tan poética de morir el que existan los fantasmas).

Julián estaba mirando en la ventana, con el mínimo de esfuerzo por ser discreto, las delicadas curvas que se dejaban ver, cuando su descuidada vecina decidía tocarse lascivamente frente a su ventana (y una sonrisa en su rostro insinuaba la posibilidad de que ella supiera que la observaban)
Algo distrajo su atención. Y ese momento, cualquier distracción debería ser suficientemente poderosa para apartar la mirada de la vecina.
En efecto, El volcán que se miraba en el horizonte comenzaba a aventar ceniza, humo y miedo,
roja lava de muerte que escurría de la boca del monstruo. No había salida, escape o futuro. La claridad con que este fenómeno se presento frente a los ojos de los chiapanecos alejaban –en una bruma de terror- cualquier esperanza. Nosotros ya estábamos muertos.

Y en su mente, rapidamente se barajaban posibilidades de la menos banal de sus acciones:
Prefirió entonces, correr a toda velocidad a casa de su novia, a tener algún encuentro carnal, para tratar así, de olvidar la muerte inminente y disfrutar de sus últimos instantes.
Lo recibió un sonoro grito de su suegra, pánico y rezos en lo distante. Entro, y no saludo. (Nadie se preocupo siquiera de hacerle notar su falta de cortesía)
La novia de Julián (que llevaba nada mas y nada menos que la ropa mas facil de quitar jamaz nunca vista) sabia a que había venido si novio, y estuvo de acuerdo inclusive antes de acordarlo. Cogian como si se fuera a acabar el mundo (de hecho, se acababa su mundo…)
Una piedra de fuego incandescente cayó sobre su cuerpo desnudo y sudado, el calor volcánico se sumergió en las entrañas de su dolor. El calor, pronto se convirtió en frió, y segundos después, en una cubeta de agua helada, a las cinco de la mañana.

Levántate guevon!