El día de alegría y felicidá
Wednesday, December 23, 2009
Me gusta la navidad, me gusta. La noche buena. Me entristece la soledad y la falta de mi familia, me contentan esas charlas o la compañía de los amigos, me entristece la carencia ajena, me avergüenza la opulencia propia, y viceversa cuando fui yo el carente. Me gustan todas esas luces sin sentido, ese afán por no trabajar un día después de la borrachera de nochebuena. Me gusta la navidad por que es parte de la vida. Ese aire navideño esta allá afuera, en las calles y en las plazas llenas de comercios, quisiera respirarlo un poco en vez de estarme sentado frente al monitor diseñando interfaces, bases de datos, estructuras… desearía engañarme un poco.
Cuando era libre y la navidad significaba ponerse borracho durante un mes entero solía salir al patio a fumar un cigarro espeso en la insensibilidad de la tarde de diciembre y la de enero. Jugaba con mi humo y con el viento, o imaginaba el siguiente año, cada año más pequeño. Cuando era libre corría a esconderme de la navidad; me hacia el desentendido hasta que aparecieran los regalos, los consuelos, o a veces la nada y su indiferencia. Cuando era navidad cantaba; cuando era libre, y no ahora, que no canto y ni siquiera lloro. Solo me queda una indiferencia monstruosamente soportable, un odio inmenso por mí mismo, una nostalgia débil por mí pasado, una muerte lenta y sin honores. Un desprendimiento del espíritu de las fechas y de los horarios y de las personas. Toda mi vida ahora es el trabajo, aquí existe una navidad sintética, y con todo y árbol e intercambio de regalos.
Me gusta la navidad, lo suficiente y poco como siempre para no aburrirme, pero en lo esencial estoy muy triste, y no me da tiempo para sentarme a estarlo, mi corazón, un día de estos, me abandonara de tanto ignorarlo: yo lo sé. Soy un idiota, me odio, por que solo me quejo y sin embargo sigo trabajando. En esta navidad que tanto me gusta.
Cuando era libre y la navidad significaba ponerse borracho durante un mes entero solía salir al patio a fumar un cigarro espeso en la insensibilidad de la tarde de diciembre y la de enero. Jugaba con mi humo y con el viento, o imaginaba el siguiente año, cada año más pequeño. Cuando era libre corría a esconderme de la navidad; me hacia el desentendido hasta que aparecieran los regalos, los consuelos, o a veces la nada y su indiferencia. Cuando era navidad cantaba; cuando era libre, y no ahora, que no canto y ni siquiera lloro. Solo me queda una indiferencia monstruosamente soportable, un odio inmenso por mí mismo, una nostalgia débil por mí pasado, una muerte lenta y sin honores. Un desprendimiento del espíritu de las fechas y de los horarios y de las personas. Toda mi vida ahora es el trabajo, aquí existe una navidad sintética, y con todo y árbol e intercambio de regalos.
Me gusta la navidad, lo suficiente y poco como siempre para no aburrirme, pero en lo esencial estoy muy triste, y no me da tiempo para sentarme a estarlo, mi corazón, un día de estos, me abandonara de tanto ignorarlo: yo lo sé. Soy un idiota, me odio, por que solo me quejo y sin embargo sigo trabajando. En esta navidad que tanto me gusta.